Rosa López Monís

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Solanáceas, ¿beneficiosas o perjudiciales?

Las solanáceas (Solanaceae Juss.) son una familia de plantas herbáceas o leñosas que comprenden aproximadamente 98 géneros y unas 2700 especies, la mayoría de ellas venenosas, como la belladona, que puede incluso provocar la muerte.

Solo unas pocas son comestibles, entre las que se encuentran las patatas, berenjenas, tomates, pimientos, los chiles o incluso las bayas de Goji. 

La toxicidad de estas plantas se atribuye a la presencia de ciertos alcaloides, especialmente a la solanina, pero presentan otros como la capsaicina, la escopolamina, la atropina, la hiosciamina y la nicotina. Estos compuestos actuan como una especie de pesticida que protege la planta de plagas y depredadores, a los que su consumo puede provocarles inflamación, espasmos musculares, dolores… Estos glicoalcaloides son más abundantes en las zonas verdes de dichos vegetales, por lo que siempre convendrá evitar estas partes y por otro lado recolectar los vegetales cuando estén maduros, almacenándolos en lugares oscuros y frescos.

Otra forma de reducirlos en evitando freír estos alimentos, ya que además se formaría acrilamida, especialmente en las patatas fritas. Con la cocción se reduce hasta en un 50% la concentración de alcaloides, si bien, puede no ser suficiente para individuos sensibles.

La solanina, en dosis altas pueden resultar tóxicas ya que inhibe las acetilcolina, especialmente presente en las zonas verdosas o en los ojos de las patatas. El problema es que no se inactiva con el calor de la cocción ya que para ello necesita alcanzar 243º C. Para evitarlo debemos evitar consumir estas hortalizas cuando no estén maduras que es cuando presentan la más alta concentración. Por otro lado hay que almacenar estas verduras, especialmente la patata en oscuridad y en las condiciones adecuadas para evitar la contaminación biótica. En el año 1978 se dio una intoxicación en 78 niños de un colegio inglés por el consumo del caldo de cocción de las patatas en numerosas ocasiones.

Algunas personas afirman que las plantas solanáceas agravan sus cuadros de artritis, aunque no tenemos evidencia científica de esto, es cierto que al retirarlas de la dieta, algunas personas manifiestan mejoras.  En el organismo humano la acumulación de glicoalcaloides tóxicos afecta a las colinesterasas, un grupo de enzimas que participan, en los procesos de inflamación celular. descomponiendo el neurotransmisor acetilcolina, lo que ayuda a ciertas neuronas a volver a un estado de reposo. La inhibición de dichas enzimas se asocia con espasmos musculares, debilidad, dolor y rigidez músculo-esquelética, y podría explicar el malestar articular en personas que sufren de artritis. 

También se ha relacionado con otras enfermedades autoinmunes, como la inflamación intestinal. En un estudio realizado en ratones en 2010 en Canadá, se concluyó que el consumo de pieles de patata que contienen glicoalcaloides, los cuales aumentaban al freír estas patatas agravaba significativamente la inflamación intestinal en individuos predispuestos.

Actualmente técnicas de mejora genética han reducido la presencia de estos tóxicos naturales en los vegetales, sin embargo su consumo frecuente no resulta indicado para personas sensibles. 

Otra de las teorías que podrían dar soporte al empeoramiento de estas verduras en trastornos articulares es que las solanáceas contienen un metabolito muy activo de la vitamina D3, que puede dar lugar a calcificaciones en tejidos blandos, lo que podemos relacionar con inflamación. 

Por otro lado y aquí viene la contradicción, anatabine es un alcaloide de la familia de las plantas Solanaceae comercializado en los Estados Unidos como un suplemento dietético, que ha demostrado efectos antiinflamatorios in vivo e in vitro, y puede ser útil para los dolores y dolores musculoesqueléticos. La evidencia preliminar sugiere que puede ser útil para tratar enfermedades autoinmunes y la enfermedad de Alzheimer.

Por lo que una vez más haremos uso de este refrán al que Paracelso llegó en el siglo XVI, como una acertada conclusión y que me acompaña en mi práctica clínica cada día, porque no puede ser más cierto: “Todo es veneno, nada es veneno, la diferencia está en la dosis”. 

Mi recomendación es que si sufres alguna enfermedad autoinmune, pruebes a no consumir solanáceas por un par de meses, ensayo-error, y observes cómo te sientes. Si te sientes mejor entonces no lo consumas, es verdad que son ricas en antioxidantes, pero también otros muchos vegetales. Recuerda que es la patata la que más solanina presenta y si la enfermedad autoinmune mejora puedes incluso reintroducirlo en una dosis moderada, cómo os digo siempre cada persona es distinta y hay que ir probando.