Rosa LĂłpez MonĂ­s

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Omega 3, depende de ti equilibrar tus niveles.🥑

¿Por qué depende de nosotros el nivel de omega e que tengamos? Pues porque es un ácido graso esencial y eso significa que su nivel depende de la dieta que elijas.

Nosotros por si mismos, no somas capaces de sintetizarlo, por lo que debemos aportarlo a través de la alimentación.

Bien, pues según una encuesta internacional sobre los ácidos grasos omega-3 publicada en mayo de 2016 en Progress in Lipid Research, es probable que tus niveles de omega-3 en sangre estén en la categoría de “bajos” o “muy bajos” si llevas un dieta Occidental (1). Estos investigadores estudiaron los niveles en sangre de ácidos grasos poliinsaturados omega-3 DHA y EPA en adultos sanos de 54 países, basándose en los datos de 300 estudios. Los investigadores clasificaron los países en las categorías “muy bajo”, “bajo”, “moderado” y “adecuado”, para describir y diferenciar el porcentaje relativo de cada país en cuanto a la cantidad de omega-3, incluyendo dos valores,  el total de lípidos en plasma (los omega-3 que se encuentran en la sangre en circulación) y el total de fosfolípidos (los omega-3 que se encuentran en la capa exterior de las células, formando parte de las membranas celulares).

Los investigadores hallaron que las zonas del mundo con una población con niveles adecuados de EPA y DHA son las del mar del Japón (Japón, Corea del Sur y el krai de Primorie, en Rusia), Escandinavia (Dinamarca, Noruega y Groenlandia), y regiones con población indígena que no tienen una dieta occidental. Los países que, por el contrario, tienen una población con niveles en sangre de EPA y DHA muy bajos son los que se encuentran en Norteamérica (EE. UU. y Canadá), América Central y Sudamérica, Europa, Oriente Medio, el Sudeste Asiático y África.

Por lo que hay muchas personas en todos los países, con unos niveles de EPA y DHA probablemente deficientes, excepto personas que si consuman regularmente pescado. Este dato es alarmante, ya que sabemos que los niveles altos de EPA y DHA contribuyen a la función cognitiva y a un riesgo reducido de enfermedades crónicas, como las enfermedades cardíacas, diabetes, colesterol, triglicéridos altos… (1).

Según un estudio publicado en 2017 (2), tomar Omega -3 como parte de una dieta saludable, puede promover la diversidad del microbioma del intestino.

Durante el estudio, los científicos examinaron el microbioma intestinal  de un grupo de más de 876 mujeres de mediana  y avanzada edad, demostrándose la estrecha relación entre la diversidad y abundancia de “buenas” bacterias en el intestino con la ingesta de ácidos grasos omega 3 y sus niveles en el suero sanguíneo.

El estudio constató que las mujeres que, con una mayor ingesta de ácidos grasos omega 3 en sus dietas y un aumento de estos en sus niveles séricos,  tenían un microbiota más diversa en el intestino.

También descubrieron que determinadas  bacterias específicas  tenían relación directa con una menor inflamación y disminución del riesgo de obesidad en las personas con mayor ingesta de ácidos grasos omega 3. Se sospecha que algunos de los beneficios de los ácidos grasos omega -3 en el intestino pueden deberse al hecho de que los omega- 3 inducen a las bacterias a producir sustancias que reducen el estrés oxidativo en el intestino, es decir actúan como antioxidantes. 

Importantísimo también para la fertilidad masculina. Un estudio de la Universidad de Illinois  ha demostrado que el ácido graso omega-3 es necesario para formar el acrosoma, una estructura en forma de arco importantísima en la fecundación, ya que contiene enzimas que ayundan al espermatozoides para penetrar en el óvulo (3). Sin omega 3 el acrosoma no tiene la forma correcta y los espermatozoides no funcionan correctamente. Por lo que una carencia de omega 3 en los hombres producirá unos espermatozoides poco saludables, con formas anómalas.

Pero también a nosotras nos ayuda. Una dieta rica en ácidos grasos omega-3 podría ayudar a regular la ovulación, mejorar la calidad de los óvulos e incluso retrasar el envejecimiento de los ovarios. 

¿Y para el TEA (trastorno del espectro autista) y otros trastornos del neurodesarrollo? 

El hospital Gregorio Marañón, que tiene la única unidad de Tratamiento Integral de pacientes con autismo en la Comunidad de Madrid, coordinó un estudio clínico sobre el efecto de los ácidos grasos omega-3 en menores con trastornos del espectro autista (TEA), cuyos resultados son al menos esperanzadores. Se trató de un ensayo con 80 niños y adolescentes, el mayor hasta la fecha. Las pruebas realizadas han demostrado, a través de un biomarcador, que el tratamiento con omega-3 mejora el índice omega-3/omega-6 en la membrana celular, lo que favorece la estructura y la funcionalidad de la membrana celular. Aunque es cierto que necesitamos más estudios, en la clínica se ven mejorías en estos niños, y tenemos mucho más que ganar que de perder, y como daño nos le va a hacer… no perdemos nada por darles omega 3 y ayudarle a reducir la inflamación que sabemos está presente en el cerebro de este niños, y no solo en el cerebro, tal vez debamos trabajar más es reducir la inflamación intestinal, que presentan la gran mayoría de estos niños.

Hablaremos más del omega 3 para diferentes patologías en otros post, mientras no te olvides de consumirlo, a través de pescado azul, nueces, semillas de lino y chía, algas, “¿o de dónde crees que lo obtienen los peces?”, aguacates  e incluso en el brócoli, las acelgas o espinacas o los pepinos. 


Referencias:
(1) Stark, K.D., et al. Global survey of the omega-3 fatty acids, docosahexaenoic acid and eicosapentaenoic acid in the blood stream of healthy adults. Progress in Lipid Research. 2016 May 20;63:132-152.

(2) Menni C., Omega-3 fatty acids correlate with gut microbiome diversity and production of N-carbamylglutamate in middle aged and elderly women, Scientific Reports 7, Article number: 11079 (2017) doi:10.1038/s41598-017-10382-2

(3) Roqueta-Rivera et al. Docosahexaenoic acid supplementation fully restores fertility and spermatogenesis in male delta-6 desaturase-null mice. The Journal of Lipid Research, 2010; 51 (2): 360 DOI