No soy intolerante a la lactosa, pero los lácteos me sientan muy mal. ¿Te sucede esto?

¿Es posible tener una predisposición genética a no ser intolerante a la lactosa y, sin embargo, experimentar síntomas desagradables o malestar después de consumir productos lácteos? 

La relación entre la genética y la intolerancia a la lactosa es un tema de investigación activo en el campo de la genética y la nutrición. La intolerancia a la lactosa es causada por una disminución en la producción de lactasa, la enzima encargada de descomponer la lactosa en el intestino delgado.

Se ha identificado que una variante genética comúnmente conocida como la mutación del polimorfismo C/T -13910 está asociada con la intolerancia a la lactosa en poblaciones europeas y algunos grupos étnicos no europeos. Esta variante genética influye en la capacidad del cuerpo para producir lactasa después del destete, lo que lleva a una disminución en la capacidad para digerir la lactosa en la edad adulta.

Sin embargo, es importante destacar que la intolerancia a la lactosa es un fenómeno complejo y multifactorial. Además de los factores genéticos, otros factores como la edad, la etnia, la microbiota y los factores ambientales también desempeñan un papel importante en la intolerancia a la lactosa.

La intolerancia a la lactosa se produce cuando el cuerpo no produce suficiente lactasa, la enzima encargada de descomponer la lactosa, el azúcar presente en los productos lácteos.  Es importante saber que la producción de lactasa, la enzima responsable de descomponer la lactosa, tiende a disminuir naturalmente a medida que los bebés crecen y se desarrollan. La lactasa se encuentra en su nivel máximo durante la lactancia materna, ya que la leche materna es la principal fuente de nutrición del lactante y contiene altos niveles de lactosa.

A medida que los bebés pasan del periodo de lactancia a la introducción de alimentos sólidos, su sistema digestivo se adapta a la nueva dieta. Durante este período de transición, la producción de lactasa puede disminuir gradualmente a medida que el consumo de leche materna o fórmula disminuye. Esta disminución de la producción de lactasa es un proceso normal y fisiológico, estamos programados genéticamente para consumir lácteos, sobre todo mientras somos lactantes. 

Por otro lado hay, otros componentes en los lácteos, como las proteínas y las grasas, que pueden causar problemas digestivos en algunas personas, incluso si no son intolerantes a la lactosa.

Algunas personas pueden experimentar sensibilidad o intolerancia a las proteínas de la leche, como la caseína o las proteínas del suero. Estas sensibilidades pueden desencadenar síntomas digestivos como hinchazón, dolor abdominal, diarrea o estreñimiento, incluso en aquellos que no son intolerantes a la lactosa.

Además, algunas personas pueden tener una sensibilidad a la grasa presente en los lácteos, lo que puede causar malestar gastrointestinal después de consumir productos lácteos ricos en grasas.

Es importante destacar que cada persona es única y puede tener diferentes respuestas a los alimentos.

Existe también la persistencia a la lactasa, que es un fenómeno genético en el cual la producción de la enzima lactasa, encargada de descomponer la lactosa, se mantiene en niveles altos en la edad adulta. Esto permite que las personas que tienen persistencia a la lactasa puedan digerir la lactosa presente en los productos lácteos sin experimentar síntomas de intolerancia a la lactosa.

La persistencia a la lactasa es más común en poblaciones de ascendencia europea y y una parte de África, mientras que la intolerancia a la lactosa es más prevalente en poblaciones de ascendencia asiática, africana y amerindia. Estas diferencias se deben a las variaciones genéticas en el gen LCT, que codifica la lactasa.

La variante genética más estudiada en relación con la persistencia a la lactasa es el polimorfismo C/T -13910. Las personas que heredan una copia del alelo C/T o T/T de sus padres tienen una mayor probabilidad de mantener altos niveles de producción de lactasa en la edad adulta y, por lo tanto, de tener persistencia a la lactasa. Por otro lado, aquellos que heredan dos copias del alelo C/C tienen una mayor probabilidad de experimentar intolerancia a la lactosa.

La persistencia a la lactasa es un claro ejemplo de adaptación genética a la alimentación. La capacidad de digerir la lactosa después del destete permite a las personas aprovechar los beneficios nutricionales de los productos lácteos, como una fuente de calcio y otros nutrientes importantes.

Sin embargo, es importante destacar que la persistencia a la lactasa no es una condición universal en las personas de ascendencia europea o africana. Algunas personas aún pueden presentar intolerancia a la lactosa a pesar de tener ascendencia de estas regiones, ya que la genética es solo uno de los factores que influyen en la intolerancia a la lactosa. Otros factores como la microbiota intestinal y factores ambientales también pueden desempeñar un papel importante. 

En conclusión tener un diagnóstico negativo de intolerancia a la lactosa, no tiene porque permitirte poder digerirlos bien, puedes no ser intolerante y experimentar malestar al consumirlos, ya que hay otros componentes que pueden sentarte mal y otros factores además de la genética que pueden estar implicados. 

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