Prohibiciones escolares: ¿el principio del fin para los colorantes artificiales?
En una decisión histórica, el estado de West Virginia (EE.UU.) ha aprobado una ley que prohíbe el uso de colorantes artificiales en las comidas escolares públicas. Este paso, aplaudido por numerosos profesionales de la salud y activistas por una alimentación más limpia, marca un cambio importante en la política alimentaria infantil.
Pero la pregunta es: ¿por qué se está tomando esta medida ahora? ¿Qué implicaciones tiene para la salud de los niños… y para el futuro de la industria alimentaria?
¿Qué son los colorantes artificiales y por qué se usan?
Los colorantes artificiales son aditivos sintéticos derivados del petróleo y otras fuentes químicas, diseñados para mejorar el aspecto visual de los alimentos, haciéndolos más llamativos y apetecibles, especialmente para los más pequeños.
Entre los más comunes están:
Rojo 40 (Allura Red)
Amarillo 5 (Tartrazina)
Azul 1 (Brillante Azul)
Verde 3, Naranja B, Amarillo 6...
Se encuentran en:
Golosinas, cereales infantiles, bebidas azucaradas.
Postres industriales, snacks, gelatinas.
Productos de bollería y alimentos ultraprocesados.
¿Por qué se están prohibiendo?
La nueva ley de West Virginia responde a una preocupación creciente respaldada por evidencia científica:
1. Efectos sobre el comportamiento infantil
Numerosos estudios han vinculado ciertos colorantes con hiperactividad, falta de atención, irritabilidad y alteraciones del sueño en niños.
Un metaanálisis publicado en The Lancet y respaldado por la EFSA y la FDA sugiere que estos aditivos pueden tener un efecto negativo en niños sensibles, especialmente si se combinan con dietas altas en azúcares y procesados.
2. Potencial genotóxico y alérgico
Algunos colorantes artificiales han mostrado efectos genotóxicos en modelos animales o pueden desencadenar reacciones alérgicas, urticarias y asma en personas predispuestas.
3. No aportan nada nutricional
Son sustancias completamente prescindibles: no tienen valor nutritivo, y su única función es estética.
Una tendencia que crece a nivel global
West Virginia no está sola. La preocupación por los colorantes artificiales ha llevado a acciones similares en otros países:
Reino Unido: se exige una etiqueta de advertencia en productos con ciertos colorantes desde 2010.
Unión Europea: ha restringido varios tintes y obliga a su declaración explícita.
Alemania y Francia: avanzan hacia la eliminación total de aditivos innecesarios en productos infantiles.
Chile y México: sus leyes de etiquetado frontal han obligado a reformular muchos productos.
Y aunque en España y otros países europeos siguen presentes en muchos productos infantiles, la presión del consumidor informado está empujando a las marcas a sustituirlos por colorantes naturales (como cúrcuma, remolacha o espirulina).
Como nutricionista y bióloga: ¿qué recomiendo?
Como profesional de la salud, celebro este tipo de decisiones porque la infancia es una etapa crítica de desarrollo neurológico, inmunológico y metabólico.
Exponer a diario a los niños a un cóctel de sustancias artificiales, muchas sin estudios a largo plazo, es una práctica que deberíamos revisar profundamente.
Mi enfoque es:
Evitar alimentos con E-números de colorantes sintéticos (E102, E110, E129…).
Apostar por alimentos reales, sin etiquetas o con etiquetas cortas.
Enseñar a las familias a leer ingredientes y no solo calorías o azúcar.
Reforzar la idea de que un alimento no tiene que ser brillante o fosforescente para ser atractivo y saludable.
¿Qué podemos hacer como padres, educadores y ciudadanos?
Presionar para que se revisen las normativas alimentarias escolares también en España y Latinoamérica.
Exigir transparencia en las etiquetas.
Educar desde pequeños a los niños para que reconozcan alimentos naturales.
Normalizar colores reales: el yogur no tiene por qué ser rosa chicle, ni la bebida azul eléctrico.
Conclusión: no es solo color, es salud
La ley de West Virginia puede parecer un detalle menor, pero es un paso enorme hacia una alimentación infantil más segura, limpia y coherente con el conocimiento científico actual.
Porque no se trata solo de evitar hiperactividad o alergias. Se trata de proteger el entorno interno del niño, su microbiota, su sistema inmune en desarrollo, su capacidad de concentración y su relación con la comida.