Psicobióticos y la salud mental

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Hemos hablado en muchas ocasiones de probióticos y prebióticos. En esta ocasión queremos hablar de “los psicobióticos”, término introducido en 2013 por Ted Dinan, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Cork (Irlanda), y que podemos definir como: bacterias que cuando se ingieren en cantidades adecuadas mejoran la salud mental.

Investigadores como Philip Burnet de la Universidad de Oxford (Reino Unido), proponen ampliar la definición de psicobiótico a todo aquello que, a través de cambios en la microbiota intestinal, consiga efectos psicológicos, sin tener que ser necesariamente un microorganismo vivo, lo que significaría incluir a los prebióticos, pero también al ejercicio físico y la dieta. 

Los estudios de momento se han realizado principalmente in vitro y en animales, por lo que hay que mostrar cautela, aunque el resultado parece ser prometedor. 

En la década de 1800 y principios de 1900, los pacientes con problemas de salud mental, solían ser tratados con depuraciones de colon y cirugías intestinales, ya que se pensaba que los desechos en su colon podían producir infecciones que provocaban depresión y psicosis.

La microbiota del intestino está compuesta por unas 10.000 especies. Aunque nos queda mucho camino por recorrer, como ya hemos comentado, sabemos que para interaccionar con el cerebro, algunas especies pueden actuar conjuntamente con otras como si fueran un único equipo.

El mecanismo de acción puede estar implicado principalmente en tres vías:

  1. Neurotransmisores, por ejemplo mejorando el nivel de serotonina, dopamina, gaba…

  2. Sistema inmunológico, a través de la producción de citoquinas que actúan sobre el cerebro.

  3. Moléculas bacterianas, produciendo metabolitos que alteren la actividad en la barrera hematoencefálica. 

Se piensa que pueden aparecer más vías implicadas o que incluso actúen varias a la vez. 

Parece ser que la depresión, la ansiedad y el síndrome del espectro autista, son las tres enfermedades que en este nuevo campo de estudio podrían ser hasta la fecha las más beneficiadas. 

Elaine Hsiao, neuróloga de California en 2013, consiguió mejorar la conducta autista de ratones de laboratorio alimentándolos con bacterias que viven en nuestros intestinos. Alimentaron a ratones recién destetados, de tres semanas de edad, con un probiótico que contenía la bacteria Bacterioides fragillis, bacteria comensal del intestino humano, que no se vende en cápsulas hasta la fecha y demostraron que cambiando su microbiota intestinal  mejoraban las alteraciones de su conducta autista. Los resultados fueron espectaculares, pero ella es cauta a la hora de especular sobre su aplicación en humanos. 

Estudios en animales demuestran que cambios conductuales pueden revertirse siempre y cuando los ratones estuvieran expuestos a microorganismos normales durante sus primeros años de vida. Sin embargo, una vez que los ratones sin gérmenes alcanzaron la edad adulta, colonizarlos con bacterias no influyó en su comportamiento. De ahí la importancia del desarrollo de la microbiota en los primeros años de vida.

En cuanto a la edad, tanto los menores como los ancianos son las personas a las que más influirían este tipo de sustancias. El período prenatal, posnatal y toda la infancia es el punto más crítico en el desarrollo del sistema nervioso, cerebral e inmunitario, muy influenciados por la microbiota, que se establece en estos años. En el caso de las personas mayores también necesitan mantener una buena salud intestinal, ya que son más sensibles a los cambios fisiológicos.

Un estudio publicado en 2015 por GhodarzAkkasheh M.D. et al. ha analizado el impacto de ciertos probióticos en personas con depresión. Los científicos proporcionaron placebo y bacterias a dos grupos de veinte pacientes durante ocho semanas, de forma que cada grupo ingirió una de las dos sustancias. Quienes consumieron las bacterias obtuvieron mejores puntuaciones en un cuestionario que mide el grado de la depresión (el Inventario de Depresión de Beck).

En un ensayo controlado con placebo publicado en Mayo de 2017 por Maria InesPinto-Sanchez et al. encontraron que el probiótico Bifidobacterium longum NCC3001 reduce la depresión aunque no los puntajes de ansiedad y aumenta la calidad de vida en pacientes con síndrome de intestino irritable. Estas mejoras se asociaron con cambios en los patrones de activación cerebral que indican que este probiótico reduce la reactividad límbica.

Se requieren más estudios sobre los tratamientos psicobióticos en humanos, especialmente sobre la comprensión del funcionamiento biológico, pero podrían convertirse en una realidad antes de lo que podamos imaginar, aunque sea como un tratamiento adyuvante. Así que atentos a los psicobióticos porque pueden sernos de gran ayuda, pero sobre todo atentos a la alimentación de nuestros niños en sus primeros años de vida, porque no hay vuelta a atrás. 

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