El abuso de la soja y sus posibles consecuencias

Los humanos han estado comiendo semillas de soya (soja) por casi 5.000 años. Esta semilla es rica en proteínas. La calidad de la proteína de la soya es igual a la proteína proveniente de los alimentos de origen animal en lo que se refiere a su presencia de aminoácidos, ya que contiene todos los aminoácidos esenciales.

Sin embargo la soja presenta ciertas toxinas, como el ácido fítico, presentes en la semilla para protegerla del ataque de los herbívoros, que a altas dosis pueden ser perjudiciales para nosotros, ya que secuestra minerales haciéndolos insolubles, aunque todo sea dicho, en dosis moderadas se cree que puede intervenir en la prevención de ciertos cánceres como el de colon, ya que también puede formar complejos con metales tóxicos como el mercurio. Suele aparecer como E391 en alimentos, se usa como un conservador, por su acción antioxidante. Otros antinutrientes que presenta la soja cruda, son las saponinas, lecitinas (hemaglutininas de la soja) y factores antitiroideos.

En 1999 la FDA anunciaba que los productos derivados de la soja así como la soja misma reducían en índice de enfermedades coronarias. A raíz de esta información la soja pasó a ser vista como uno, sino el que mas, de los mejores productos del mundo… y comenzó todo un negocio de productos de soja y sus derivados, todo el mundo quería consumirla y salieron numerosos estudios hablando de las bondades de esta semilla para reducir el colesterol y la incidencia de muchos cánceres dependientes de hormonas. Hoy son cada vez más los expertos que afirman que el consumo de productos de soja sin fermentar puede ser peligroso si se hace de un modo descontrolado y solo aquellos productos fermentados como el miso, el nato, el tempeh, o la salsa de soja y siempre tomados con moderación pueden ser beneficiosos. Sobre esto no hay una evidencia clara, en mi opinión depende de la dosis. La soja contiene grandes cantidades de componentes biológicamente activos llamados isoflavonas, que funcionan como fitoestrógenos, es decir, sustancias vegetales que pueden activar receptores de estrógeno en el cuerpo humano (1). Las isoflavonas clave en la soja son la genisteína, la daidzeína y la gliciteína.

Estas isoflavonas se clasifican como disruptores endocrinos, químicos que interfieren con las funciones normales de las hormonas.  Esto puede causar actividad reducida del estrógeno a causa de que las isoflavonas lo bloquean enlazándolo, o puede llevar a una actividad mayor si las isoflavonas efectivamente activan los receptores (2)

La semilla de soja como otras legumbres contiene antinutrientes como ya mencionamos en el apartado anterior, que dañan nuestro equilibrio, además en su procesamiento esto se empeora aún más y para empeorarlo algo más, la mayoría de la soja es ya transgénica.

Fue un meta-análisis de 1994, efectuado por Mark Messina, y publicado en Nutrición y Cáncer, lo que avivó la especulación sobre las propiedades anticarcinógenas de la soja. Messina observó que, de 26 estudios sobre animales, 65 por ciento informaron efectos protectores de la soja. Convenientemente, se olvidó de incluir por lo menos un estudio en el cual la alimentación con soja causó cáncer del páncreas, a saber, el estudio que llevó a cabo Rackis en 1985. En los estudios humanos que él listó, los resultados fueron mixtos.

Algunos de estos estudios mostraban algún efecto protector, pero la mayoría no mostraron en absoluto ninguna correlación entre el consumo de soja y la tasa de cáncer. Rackis llegó a la conclusión de que “los datos en esta revisión no pueden usarse como base para afirmar que la ingesta de soja disminuye el riesgo de cáncer”.
Miles de mujeres están ahora consumiendo soja en la creencia de que ésta les protege contra el cáncer del seno. Pero, en 1996, los investigadores descubrieron que las mujeres que consumían aislado de proteína de soja tenían una tasa mayor de hiperplasia epitelial, una condición que presagia el cáncer maligno. Un año más tarde, se encontró que la genisteína de la dieta estimulaba las células mamarias para entrar al ciclo celular – un descubrimiento que llevó a los autores del estudio a llegar a la conclusión de que las mujeres no deben consumir productos de soja para evitar el cáncer del seno.

En 1991, Richard y Valerie James, criadores de aves de Whangerai, Nueva Zelanda, compraron una nueva clase de alpiste para sus aves – basado mayormente en proteína de soja. Cuando se usó alpiste con base de soya, el plumaje de las aves se “coloreó” después de sólo unos meses. En realidad, un fabricante de alpiste afirmó que este desarrollo adelantado era una ventaja impartida por el alpiste.

Un anuncio de 1992 de la fórmula del alpiste Roudybush mostraba a un rosela carmesí macho, un loro australiano que adquiere su hermoso plumaje rojo entre los 18 y los 24 meses, y que ya aparece coloreado a las 11 semanas.

Desafortunadamente, en los años subsiguientes, hubo una menor fertilidad en las aves, con madurez precoz, y pichones deformes, atrofiados, y prematuros, y muertes prematuras, especialmente entre las hembras, con el resultado de que la población total en los aviarios entró en franca declinación.

Las aves sufrían de deformidades del pico y de los huesos, bocio, desórdenes del sistema inmunológico, y conducta patológica, agresiva. La autopsia reveló que los órganos digestivos estaban en estado de desintegración. La lista de problemas correspondía a muchos de los que los James habían encontrado en sus dos hijos, a los cuales se les había dado fórmula para bebés con base de soja.

Alarmados, horrorizados, furiosos, los James contrataron al toxicólogo Mike Fitzpatrick, Ph. D., para que investigara más. La literatura del Dr. Fitzpatrick en forma de una revista reveló evidencia de que el consumo de soja está ligado a numerosos desórdenes, que incluyen infertilidad, mayor tasa de cáncer y leucemia infantil; y, en estudios que databan de la década de 1950, que la genisteína en la soja causa trastornos endocrinos en animales.

En el año 2005 Alfredo Embid -coordinador de la Asociación de Medicinas Complementarias- en un artículo publicado en la revista Medicina Holística un estudio del uso histórico de la soja en Asia muestra que sólo fue usada por los pobres. Éstos, cuando no tenían nada que comer, consumían frijoles de soja pero preparándolos cuidadosamente para destruir antes todas sus toxinas”. Asimismo explica que la soja sólo se consumía tras su fermentación. Según él en Asia la soja “es sólo un complemento alimenticio que se utiliza fundamentalmente como condimento en forma de salsa de soja y en otros productos fermentados que ni se comercializan ni se toman apenas en Occidente como el miso, el tempeh o el natto”.

Respecto a las fórmulas de soja para alimentar a bebés cada vez más empleadas en Occidente alegando que así se hace en los países orientales Embid lo desmiente: “Las fórmulas de leche de soja rara vez se usaban en Asia para alimentar a los niños”. Y para apoyar su afirmación recuerda que “ya en un escrito de 1930 el doctor Ra Guy, del departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de Pekín (China), se dice que nunca se ha usado leche de soja para alimentar a los niños en Pekín. Esa fórmula no se hace en las casas sino que es vendida en las calles como una bebida caliente rica en proteínas siendo usualmente bebida por ancianos en vez de té. La leche de soja, aparte de ser dañina para los niños, es difícil de preparar’”.


Por lo que respecta a lo sostenido por la industria acerca de que “la soja contiene ácidos grasos omega 3 beneficiosos” Embid responde que “los procesos de elaboración de la mayoría de los productos a base de soja se desarrollan a altas temperaturas que desnaturalizan los ácidos grasos poliinsaturados y producen ácidos grasos trans-inactivos”.


En cuanto a la afirmación de que “la soja es un alimento que sustituye a las proteínas de los productos de origen animal” Embid nos cuenta que “la soja es muy rica en proteínas pero es relativamente pobre en el aminoácido azufrado cistina, precursor de la cisteína, del glutatión y de la taurina. Además su procesamiento a altas temperaturas tiene el efecto secundario de desnaturalizar la lisina y los demás aminoácidos”.
También añade, en contra de la idea de que contiene nutrientes de fácil asimilación, que “la soja induce una marcada descalcificación, es deficitaria en hierro -lo que puede llevar a la anemia-,deficitaria en vitamina B12,deficitaria en tiamina o vitamina B1 -se han dado casos de bebés alimentados con fórmulas de soja con beriberi grave- y deficitaria en el aminoácido lisina”.


Además la soja contiene diversos antinutrientes, entre ellos “los inhibidores de enzimas digestivos (inhibidores de la proteasa) como la tripsina y otros necesarios para la digestión de proteínas”. Explicando luego que “los inhibidores de la tripsina y la hemaglutinina son además inhibidores del crecimiento. Y los inhibidores de la proteasa han sido acusados de provocar problemas pancreáticos”. De hecho Soy Online Service publica los resultados de un estudio realizado con ratas según el cual “niveles elevados de exposición a los inhibidores de la proteasa causan cáncer pancreático mientras niveles moderados provocan que el páncreas de la rata sea más susceptible a los agentes cancerígenos”.


También serían antinutrientes contenidos en la soja “el ácido fítico presente en un grupo de sustancias denominado fitatos que están presentes en el salvado o la cáscara de todas las semillas. Los fitatos son quelantes, es decir, pueden unirse a iones metálicos y bloquear la asimilación y la biodisponibilidad de minerales esenciales: calcio, magnesio, cobre, hierro y, especialmente, zinc”. Dato que debe ser tenido especialmente en cuenta por los vegetarianos y por las madres que alimentan a sus bebés con fórmulas a base de soja.


Otro motivo de alarma sería el hecho, según explica Embid, de que “se ha comprobado que las fórmulas infantiles basadas en la soja pueden contener hasta 200 veces más manganeso que la leche de lactancia natural y como su exceso se acumula en los órganos internos, incluyendo el cerebro, podría producir daños”.


Al respecto Soy Online Service da una cifra concreta: “Alrededor del 8% del exceso de manganeso de la dieta es almacenado en el cerebro, muy cerca de las neuronas que producen dopamina, responsable en parte del desarrollo biológico adolescente. Las implicaciones de ello son que uno de cada ocho bebés alimentados con fórmulas de soja durante los primeros seis meses de vida podría tener riesgo de sufrir alteraciones cerebrales y de comportamiento que no se hacen evidentes hasta la adolescencia”. De ahí que esa institución considere que se está poniendo innecesariamente en riesgo la adecuada actividad tiroidea de los bebés alimentados con fórmulas de soja. Por otro lado tanto la Academia Americana de Pediatría (American Academia of Pediatrics) como el Programa Nacional de Toxicología de EE. UU. (National Toxicology Program) avalan el consumo de soja en los infantes lactantes. En mi opinión hace falta más tiempo para ver las consecuencias, yo mientras recomiendo leche materna seguida por leche de cabra.

En un estudio, las niñas que fueron alimentadas con fórmula de soja presentaron mayor tejido mamario a los dos años de edad que aquellas que bebieron leche materna o fórmula láctea (3).

Otro estudio mostró que las niñas alimentadas con fórmula basada en soja tuvieron mayores probabilidades de comenzar la pubertad a una edad más temprana (4).

Hay también evidencia de que la fórmula de soja durante la infancia puede alargar el ciclo menstrual y los dolores menstruales en la adultez (5).

Un estudio reciente encontró que las mujeres con elevados niveles de estrógeno en la sangre tenían menores niveles cognitivos; el consumo de tofu en los japoneses-americanos de edad media está asociado con la ocurrencia de la enfermedad de Alzheimer cuando envejecen. (6), (7), (8).

Por tanto tenemos muchos estudios a favor pero muchos otros estudios en contra, como todo, consumido de forma moderada, evitando su procedencia transgénica y tomándola en forma de germinados o fermentada se puede consumir de forma esporádica, pero mi recomendación es que se evite en los infantes y que no forme parte de la dieta diaria, tenemos muchas alternativas como la leche de almendras, de cáñamo, de sésamo, de avena, de coco que están deliciosas y no afectan a nuestro equilibrio interno u hormonal y mientras tengamos tantas dudas al respecto mejor evitarla.


Fuentes
(1): http://www.scielo.org.co/pdf/rfnam/v63n2/a09v63n01.pdf
(2): http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/16965913
(3): http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/18223379
(4) https://www.murciasalud.es/preevid.php?op=mostrar_pregunta&id=18267&idsec=453
(5) http://jama.jamanetwork.com/article.aspx?articleid=194106
(6) http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22449212
(7) http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/15047678
(8) http://www.biomedcentral.com/1471-2431/10/63


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